domingo, 19 de febrero de 2017

Brígida & Abdón: Especial Verano

Estamos tirados en la cama, uno al lado del otro. Miramos el techo sin decir una palabra. Un ventilador sobre el mueble nos protege un poco del calor insoportable que hace en mi pieza. Tengo la mente en blanco y el cuerpo exhausto. Me fijo en unos restos de cinta adhesiva que hay en el techo, no tengo idea de por qué están ahí.

-¿es el calor una maldición divina hacia los humanos por ser tan malos?- dices con una voz monótona.
-mmm, yo creo que sí porque así como van las cosas vamos a morir todos-
-¿merecemos morir?-
-no sé si merecemos morir, pero de seguro que todos lo haremos en un momento-
-sí sé eso, pero ¿morir así?-
-no sé, es lo que nos tocó nomás-
-¿y por qué nos tocó eso?-
-bueno, porque...-
-ay, te estoy molestando ¿de verdad me ibai a responder eso?-
-estaba pensando qué decir-
-puras mentiras, obvio-
-puras falacias-
-me encantan-

Algo me dice que busque tu mano para tomarla. Parece que tú pensaste lo mismo porque nuestros dedos se entrelazaron rápidamente, sin torpeza alguna. De pronto tengo en mi cabeza un claro recuerdo de la primera vez que nos tomamos de la mano de esta manera. También era verano, sólo que de noche y estaba helado. Habíamos estado compartiendo unas papas fritas en un bar donde apenas se podía conversar. Recuerdo que teníamos ganas de hablar de muchas cosas, tú hiciste una lista larga de posibles temas de conversación. Entre ellos estaba "la vida después de la muerte", "¿llegó el hombre a la luna?" , "palta con limón o sin limón", "¿se puede o no se puede vivir del amor".Me acuerdo que esos ítems estaban escritos en tu libreta personal con bonita letra y todo muy ordenado, como siempre. Finalmente decidimos dejarlo para otra ocasión y no hablar nada de nada. Era como la cuarta o quinta vez que salíamos juntos y yo no podía evitar mirar tus manos, cada vez lo hacía con menos descaro. En un momento te largaste a reír, yo no quise preguntar. Luego también reí, y es que la situación era extraña. Ambos en silencio mientras música de todo tipo sonaba por los parlantes. Gente intentaba comunicarse a gritos y apenas lográbamos escuchar palabras y frases.

Soda Stereo, Los Prisioneros, Glup!, Chichi Peralta, Led Zeppelin, todos ellos desfilaban por nuestros oídos. Nos mirábamos con complicidad mientras sonreías coquetamente. Tus ojos se "achinaban" cada vez que me observabas para luego llevarlos a cualquier lugar. A pesar de todo no era incómoda la situación y sentía que lo estábamos pasando bien. En un momento clavaste tu mirada en mí por tantos segundos que mi corazón empezó a saltar. Pensé en mirar hacia otro lado, pero decidí responderte observando fijamente esas pupilas brillantes que me intimidaban un poco. Claramente no era una batalla de "quemar ojos", pero sí nos estábamos diciendo tantas cosas sólo con vernos. Jugabas con una pulsera negra en tu mano derecha y sonreías.

En un momento dijiste "vamos" no con tono de pregunta, si no que con absoluta afirmación. Yo estuve de acuerdo y nos levantamos. Había poca gente en la calle, ya era tarde y había que volver. Buscamos el paradero de la micro que nos llevaba a la casa, pero una desorientación mutua nos hizo extraviarnos. Intentando encontrar el lugar caminamos varias cuadras en silencio y con algo de frío. De pronto sucedió. Mi mente estaba en blanco, ni siquiera pensaba en la urgencia de tomar la micro pronto, sólo estaba yo muy contento por esa noche contigo. Mi mano buscó la tuya y viceversa. Nuestros dedos se entrelazaron perfectamente. La sensación fue extraña, ninguno de los dos dijo algo. Tampoco sentí nerviosismo ni ansiedad, mi corazón estaba tranquilo en su lugar. Intenté hacerte cariño con mi pulgar pero creo que fracasé, sólo me dediqué a mantener esa conexión espontánea. Fue la primera vez que sentí tus dedos entre los míos. Una emoción particular que no podría describir con exactitud.

Llegamos al paradero de micro y me soltaste la mano. Paraste el bus y nos subimos, en el asiento pusiste tu cabeza en mi hombro mientras yo miraba por la ventana. Se sentía tan bien estar ahí, la temperatura era perfecta. Quisiera volver a ese momento por un rato y refrescarme en esa noche.

El sudor en nuestras manos nos obligan a separarnos. Te levantas de la cama.

-voy a buscar jugo- me dices con voz cansada.
-¿me traes?-
-ya-
-pero trae dos vasos-
-si eso iba a hacer-
-mentira-

Te ríes y caminas hacia la puerta de mi pieza. Ojalá nuestros dedos se sigan entrelazando de aquella manera espontánea.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Capítulo 59: Tambores en el Corazón




(…continúa del capítulo anterior)

De pronto, el clima se sintió pesado. ¿Existe eso es todo psicológico? A veces creo que eso del “está rico el día” tiene que ver mucho con tu estado de ánimo. Para algunos, el hecho de que esté nublado puede ser súper bacán, pero a otros los puede poner tristes, o a las mismas personas que les parece chori que esté nublado, quizás en otro momento les puede parecer un día feo. Todo es tan subjetivo. Igual es bacán eso, así todos pensamos y sentimos cosas distintas. Como que me fui en volá. De hecho, Demetrio me preguntó algo y no le escuché.

-perdón, que no estaba poniendo atención, qué me decías-
-ah, te preguntaba si te molestaba que te acompañara, te noto un poco en otra-
-ah, no, es que yo soy así, a veces me hablan y estoy en Marte, jajaja-
-aahh-
-no, no me incomodas- dije dando cátedra sobre mentiras piadosas.
-tenía ganas de verte-
-¿ah si? Jajaj, pero si soy tan pesá- alarma de piropo.
-no, no lo eres-
-es que no me conoces bien, si me conocieras bien, uuuf, no querrías saber de mí ni en pintura-
-eres bacán, me siento bien contigo…-
-yo creo que la gente me idealiza…-
-eres como muy piola, alegre, como muy relajá…-
-las personas suelen hacerse una imagen falsa de mí-
-quizás no es falsa, quizás eso eres-
-mmm, no sé como me soporta mi pololo, creo que tiene mucha paciencia-
-eres la típica niña que se jura complicada y que en realidad no lo es-
-aers! ¡Qué sabis tu! Jajaja-
-pa’ mí que debes tener muchos pretendientes por ahí-
-jajaja naaaa, no creo ser muy de gusto de niños-
-yo me incluyo en esos pretendientes-
-ajajajaj, mira tú-
-¿puedo estar de los primeros en la lista de espera?-
-no tenía idea que había lista de espera-
-por si te aburres de tu novio, digo yo-
-tiene pa’ rato entonces la lista de espera-
-bueno, esperaré lo que haya que esperar-
-jajajaj, ya cambiemos el tema mejor, se puso fome la conversa-
-¿te molesta que te digan las cosas tan directas?-
-no, pero es como desubicado ¿no encontrai?-
-bueno, sorry si te molesté, no era esa mi intención-
-amigos, todo lo que querai, pero nada más-
-sipos-
-eso-

Silencio incómodo. Cruzamos la plaza. Unos pájaros se echan a volar hacia un árbol. Tres adolescentes juegan con una pelota de fútbol. Una abuela pasa por mi lado, lleva un bastón. Tiene el pelo blanco y unos lentes gruesos con cadena en los lados. Es bonita.

-bueno, te dejo hasta acá-
-yapos, cuídate harto, saludo a tus hermanas- le dije mientras me daba un abrazo, el que duró más de lo que debería haber durado.
-ya, saludos a tu mami-
-okas-
-me gustó mucho verte-
-nos vemos por ahí pos-
-sipos, conversamos por Facebook también-
-dale, cuídate-
-tu también-

Demetrio se fue caminando. Yo seguí mi rumbo hacia tu casa. Nunca antes el camino se me había hecho tan largo. Me pareció eterno, como si no se fuera a acabar jamás. Ahora, todo me parece como la ruta amarilla de El Mago De Oz, pero sin leones ni hombres de hojalata ni espantapájaros, ni perros chascones. Sólo yo y mis serpentinas. Tengo ganas de verte, siento que te veo tanto pero no me canso, espero no hacerlo nunca. En todo caso, no me das motivos. Son lindos tus ojos. Son súper expresivos, no te dai ni cuenta todo lo que expresas con la mirada.

Todavía siento unos tambores en el corazón cuando toco el timbre de tu casa. Ahora, lo hago y empieza la batucada. Te asomas por tu ventana en el segundo piso. Me ves y sonríes. Tu mamá me abre, o tú a veces si le ganas. Si me abres tú, sonríes todo el tiempo hasta besarme. Tu boca se acerca a la mía y los tambores ahora toman otro ritmo, ya no es ansiedad, es pura felicidad.



FIN DE LA TERCERA TEMPORADA

Capítulo 58: “Feeling”





Estoy buscando un vestido lindo que tengo para salir a verte, pero no lo encuentro. Desordeno todo el closet, todos los cajones de mi cómoda. Veo los colgadores. Ahí está el vestido. Me lo pongo, me gusta pero no. Hace tiempo no me pongo vestidos, una vez me dijiste que te gustaban y que debería usarlos más seguidos, creo que nunca te hice caso, no sé por qué. Encuentro otros vestidos. Me pongo a auto-desfilarme los posibles vestuarios. No me convencen, parece que estoy gorda. Eso debe ser. Tienes mala mano. Claro, tú acostumbras a decirme que te gusta mi rollo en la panza. Ahora que lo pienso es una justificación bastante básica para mi gordura. Creo que no te pediré más tu opinión en temas estéticos. A veces te pregunto qué ropa prefieres en mí y me dices “da lo mismo, con cualquier ropa te ves bien”. La respuesta más penca de la historia. La verdad, creo que me ayudas muy poco con mi estética. Como consejero fashion eres el peor. Aunque bueno, si supieras mucho de moda y belleza, empezaría a creer que eres gay. Te prefiero así nomás.

Me decido por el primer vestido. Me ordeno el pelo un poco, guardo unas cosas en mi bolso y salgo de mi pieza, pero vuelvo inmediatamente. Se me quedan las serpentinas. Lo más importante. Habíamos decidido que el panorama era ir a poner tiritas de serpentina en todas las rejas de las casas que hay cerca de la plaza y simular una especie de año nuevo adelantado. Me gustan las serpentinas, el cotillón y todas esas leseras. Aunque esas pistolas que tiran espuma y mocos verdes me dan miedo un poco. En verdad me dan asquito.

Guardo las serpentinas en mi bolso y salgo, ahora sí, de mi casa. Camino con una felicidad que no sentía hace días. Es como cuando sale el sol y te ríes sola, y la gente a tu alrededor grita y discute, y tú vas tarareando una canción bien japi. Todo parece demasiado perfecto, hasta que pasa algo y te vuelve a la triste realidad. Me detengo en la esquina, pasan varios autos. Me tocan el hombro. Me volteo. Demetrio.

-¡hola pos!- me dice, mientras todavía trato de entender la situación.
-eh, hola, cómo estai- digo con una sonrisa nerviosa, no me gusta encontrarme con gente en las calles.
-bien po y tú, tanto tiempo- me da un beso en la mejilla. Siento un olor a perfume que me desagrada de inmediato.
-bien, aquí, voy a la casa de mi pololo-
-ahh, y ¿dónde vive?-
-ahí, un poco más allá de la plaza-
-te acompaño hasta la plaza, si no te molesta-
-yapo, dale-

Empezamos a caminar, no sé qué decir. Yo creo que la química entre las personas se da altiro. No me refiero a química de amor, si no de caerte bien o caerte mal, eso que llaman “feeling”, término que me carga, aparte parece nombre de helado. Creo que con Demetrio nunca me pasó algo más allá. O sea, buena onda y todo, pero nada especial.

-¿y cómo están tus hermanas?- digo para salir de este incómodo silencio.
-bien, están bien ellas. Siempre se acuerdan de ti-
-¿en serio? Jajaja, son lindas esas pequeñas-
-y tú, cómo estai-
-bien, piola-
-cómo piola-
-sipo, relajá-
-te mandé un mensaje por el Facebook-
-¿en serio? Ah, es que no me he metido-
-aam-
-¿y qué decía?-
-que si nos podíamos juntar un día-
-amm, bueno nos juntamos igual jajaj-
-las casualidades de la vida-
-jajaj sipo-
-en volá el destino nos junta-
-uh, tenís razón- dije con un claro tono irónico-

Sentía su mirada encima mío, de una forma muy invasiva, ya me estaba empezando a sentir incómoda. Un gato blanco con un cascabel se asomó de una ventana. Lo miré fijamente, Demetrio miraba la calle. Nos acercamos a la plaza. Lo único que falta es que aparezcas y te pases el medio rollo por verme con Demetrio. Sería la guinda de la torta.

(Continuará…)

Capítulo 57: Mensos Mundiales



(…continúa del capítulo anterior)

Me estoy columpiando, tú no. Pongo mis pies en el suelo y freno de golpe. Te miro, tú observas un perro café claro que sigue a una señora con una bolsa de pan.

-¿hablemos?- digo de una vez por todas.
-sí- me respondes cortante.
-ya, mira, te quería pedir disculpas por el otro día, fue súper estúpido que me enojara y que me fuera de tu casa, en verdad fue bien idiota- dije tragándome todo tipo de orgullo.
-yo también te quería pedir disculpas, debí haberte escuchado, parece que amanecí estúpido ese día, no sé-
-en verdad, los dos fuimos tontos-
-sí, no había por qué enojarse ni no hablarse-
-sipo, somos más mensos oye-
-los peores de la historia-
-mensos mundiales-
-universales-

Me tomaste la mano y me acariciaste con tu dedo pulgar. Te miré, me miraste. Sonreímos. Me diste un beso suave en los labios, de esos que son para enamorarse a cada rato de ti. Cerré mis ojos y tu mano se puso en mi mejilla. Me hiciste cariño, mientras un perro ladró a lo lejos, un auto pasó a toda velocidad y una persona paseaba silbando más o menos cerca de nosotros. Abrí mis ojos, tú los mantenías cerrados. Los volví a cerrar. Intenté morder tu labio, te reíste. Me reí.

-mensa-
-tonto-
-te quiero-
-yo más a ti-

Miraste mi mano que acariciabas. Vi cómo te preparabas para decirme algo.

-y qué onda con Demetrio-
-ninguna onda-
-¿no han conversado?-
-no, sólo acepté su solicitud de amistad-
-amm-
-deja de preocuparte por eso-
-sí sé, pero tú cachai como soy yo-
-inseguro-
-sipos-
-no tienes que sentir inseguridad por eso, no me pasa nada con él-
-gracias, sólo necesitaba escuchar eso-
-pero deberías saberlo pos, no era necesario que te lo dijera, acaso no confías en mí-
-sí, obvio que sí, pero a veces no en mí-
-¿cómo así?-
-a veces creo que va a llegar alguien y te va a gustar más que yo, porque yo voy parecerte fome y aburrido, más de lo que soy ahora-
-tonto, no pienses esas cosas, si sigues siendo como eres ahora no hay forma de que me aburra de ti-
-¿en serio?-
-en serio-
-dame un beso-

Te di un beso muy lento.  Sentía mis labios secos. Cerré mis ojos. Ahora se escuchó un avión desde lejos, una radio de un auto que pasaba y unos pájaros en el árbol al lado izquierdo de nosotros.
-estai besando bien oye- me dijiste con cara de aprobación.
-cuando he besado mal-
-al principio, no sabías dar besos-
-adondeeeeeeeeeeeee-
-wajajajaja-
-¡¡que hablador!!-
-ahora eres experta-
-cállate, imbécil-
-ahora eres el monstruo de los besos-
-la monstrua en todo caso-
-¿cómo se dice monstruo en femenino?-
-¿Sarita Vásquez?-
-ooooh, te desubicaste ahí-
-sí, nunca más-

Nos empezamos a columpiar, me gusta ver la punta de mis zapatillas al momento de balancearme. El sol no molestaba, parecía tenernos piedad. Faltaba solamente una linda canción para enmarcar el momento. Que lata no tener tus discos y una radio.

Capítulo 56: Juntémonos en los Columpios



(…Continúa del capítulo anterior)

Te llamo. Te demoras en contestar.

-hola po- dices con tono irónico.
-que ridículo tu mensaje-
-qué tiene-
-ridículo y pendejo de tu parte-
-ay, si era una broma-
-fome tu broma, aparte no lo agregué yo, él fue-
-pero lo aceptaste-
-¿está mal?-
-no, sólo que…-
-sólo que qué, a ver-
-es como raro después de lo que pasó-
-qué pasó-
-ya, filo-
-tu jurai que pasó algo todavía-
-no es eso-
-aparte, no tiene nada de malo que lo tenga en Facebook, y si te molesta, weá tuya-
-okey-
-eso, chao-
-chao-

Corté la llamada. Solté un rosario de garabatos. Encuentro tan estúpido todo. Lo peor es que tú debes estar pensando lo mismo y ninguno de los dos va a hacer algo para solucionarlo.

Doy unas vueltas por mi pieza, parezco lobo enjaulado. Pienso que en realidad sería loba enjaulada y me acuerdo del video de la Shakira. Una vez canté esa jugando al karaoke, con aullido y todo. Decido cambiar estrategia. Te llamo de nuevo. Contestas altiro.

-qué pasó-
-oye, juntémonos para conversar, antes que la pelea pase a mayores-
-yo no estoy peleando, tú eres la que…-
-no busquemos responsables ahora, juntémonos en los columpios, voy saliendo, chao-
-ya, chao-

Corto la llamada. Me pongo zapatillas. Salgo rápidamente de mi casa. Tan rápido que se me olvidan las llaves. Vuelvo, saco las llaves de encima del mueble. Salgo. Hace mucho calor. Un hombre que camina por la vereda de enfrente lleva puesto un chaleco café. No entiendo esas personas que visten na’ que ver al clima. Cuando hace frío, veo niñas con falda, cuando hace calor, veo gente con abrigos. Pienso en los góticos que se mueren de calor en verano. Pienso que ya están extintos los góticos, hace tiempo no veo uno. O será que ahora cuando hay sol se quitan el traje negro. Pienso que las tribus urbanas son chistosas igual. Si fuera de una, sería otaku, lejos. Creo que la pasan bien. Me disfrazaría de Sailor Moon, y esta vez sería Serena, porque cuando chica siempre con mis primas me tocaba ser la de Marte, que era la más bruta de todas.

Llego a la plaza, hay poca gente. Una pareja de pololos se besa en una banca. Paso por delante de ellos. Voy camino a los columpios. Veo que ya llegaste. Estás en tu columpio, el de la derecha mirando hacia la botillería del papá de la Francisca. Me ves venir. No sonríes, no haces nada. Miras tus manos. Yo no sonrío. Te miro nomás.

Cada paso hacia ti se me hace eterno. Como si el suelo se volviera arena movediza y me costara avanzar. Aprovecho de pensar las cosas que te quiero decir. Intento aclarar ideas, coordinar palabras, pero se me asoma un dolor de estómago al conectar mi mirada con la tuya. Siempre que pasan cosas así yo me imagino lo peor. En este momento, imagino que me dices “quiero terminar contigo”. Miras tus manos de nuevo. Me siento en el columpio, a tu lado. Un viento corre mi chasquilla y tu mirada se va a mis zapatillas que se balancean.

Continúa…

sábado, 10 de agosto de 2013

Brígida & Abdón - Capítulo Especial: Escaleras mecánicas

Cruzamos las puertas del metro. Siempre tengo miedo de que la segunda no se abra y me da vergüenza si eso pasa. Aparte tú no ayudas mucho y sólo te ríes de mí.

Hoy la meta es obtener 51 fotos de letreros que digan "SALIDA". Yo opiné que no estaba seguro de que lográramos llegar a la meta, pero tú me dices que soy pesimista, y al final es verdad; siempre cumplimos el objetivo.

Nos acercamos a la escalera mecánica. Una señora rubia de sombrero negro camina delante de nosotros. Te tomo la mano, nos posamos sobre el peldaño de la escala.

-¿cuántas vueltas habrá dado este peldaño?- me preguntas sin mirar.
-¿más que el planeta?- te respondo mirando tu lunar en el cuello.
-quizá la misma cantidad, quizá todo está unido en esta vida-
-dame un beso mejor-

Me acerco a ti y nos besamos. Ambos cerramos los ojos. La escalera sube, nosotros también. Abro los ojos un poco antes de llegar al final.

-nopo! no abras los ojos!- me retas.
-pero y si me caía?-
-tienes que correr el riesgo, subamos de nuevo-

Bajamos por la escalera normal y volvemos a meternos a la mecánica. Ahora, un caballero con un jockey que dice "Iron Maiden" se adelanta a nosotros. Pisamos el escalón.

-ya, dame un  beso a las 1, 2,3-

Nos besamos entre risas. Cerramos los ojos y comenzamos a subir de manera automática. Intento no abrir los ojos pero lo hago casi al llegar al final. 

-yapo! vamos de nuevo-
-pero oye-
-oye nada, hasta que lo logremos-

Volvemos a bajar la escala común y corriente, y hacemos la fila de la mecánica, una vez más, como si fuera un juego del Fantasilandia.

Me tomas la mano, me miras y sonríes. Esta vez me besas tú. Yo ni me doy cuenta dónde pongo los pies y te respondo el beso. Es tan dulce y me siento tan nervioso como la primera vez. Es cierto, no lo recuerdo con exactitud, pero la sensación siempre aparece contigo. No sé como explicarlo.

Mis manos se van a tu cintura, y siento que vamos a cámara lenta. El beso se me hace eterno. No tengo miedo al final de la escala, que llega y menos de un segundo antes los dos abrimos los ojos. Llegamos a la meta.

No me sueltas la mano y caminas con cara de victoriosa. Subimos otra escala, pero esta vez una normal. Llegamos arriba, a la superficie del mundo real. El sol nos enceguece un poco. Caminamos por la plaza y me miras por instantes, yo te miro de vuelta pero no me pescas. Sonríes.

-te dio miedito el final de la escalera- me dices sin mirar.
-un poco-
-no te doy seguridad?-
-sí me la das, pero sabes que soy yo el inseguro-
-pero deberías confiar en ti-
-sí lo hago, pero...-
-pero nada, prepara la cámara-

Apuntas a un estacionamiento con un letrero rojo con letras blancas que dice "SALIDA" en mayúsculas.

-Tillo-

Domingo, 11 de agosto de 2013 (02:56:21)

jueves, 9 de mayo de 2013

Capítulo 55: Cara de Zorra



Despierto sin saber a que hora me dormí de nuevo. Tengo hambre. Miro el celular, nada con tu nombre. Me levanto, camino fuera de mi pieza. Me pica la panza. Bostezo. Veo a mi mamá sentada en el sillón viendo una película. Me siento a su lado.

-despertaste- me dice.
-no, si soy sonámbula, ¿no sabías?-
-¿vas a comer?-
-¿qué hay?-
-tallarines con salsa, para que te calientes-
-¿y tú no me vas a atender?-
-no sabía que te tenía que atender-
-yapo, mamita, estoy cansada-
-pero si dormiste toda la tarde, flojonaza-
-pero igual, me duele todo-
-ya, sírvete nomás que estoy viendo la película-
-al final ella vuelve a la casa de él y se quedan juntos de nuevo-

Mi mamá se levanta enojada del sillón. Empieza a servirme la comida. Creo que soy muy manipuladora a veces.

-voy a ver esa que está ahí encima pero no me la cuentes- me dice desde la cocina.
-¿cuál? Ah, Ruby Sparks, ya la vi-
-ya, quédate calladita nomás-
-si no te la voy a contar oh, pero vela, es buena-
-las hay visto todas, siempre lo mismo, me siento a ver una película, llegas tú y me cuentas el final-
-pucha, lo siento-

Me dejas el plato de comida en la mesa. Me siento a comer. Se ve tan rico y tengo un hambre feroz. Me traes el queso rallado.

-gracias mamita, eres la mejor-
-ya cómete todo-

Me devoro los tallarines como si no almorzara hace días.

-oye, ¿sabí quien me agregó a Facebook?- le dije con comida en la boca.
-quién-
-Demetrio-
-ah, te encontró al final, que bueno-
-cómo “te encontró al final”, qué es eso-
-es que me lo topé el otro día y me preguntó si tenías Facebook y yo le di el tuyo, pero le dije que no estaba seguro si estaba bien, porque como tú te cambias de nombre a cada rato-
-ah, ¡tú se lo diste!-
-¿qué tiene?-
-nada, me pareció gracioso-
-¿por qué? ¿Pasó algo con él?-
-ay mamá, ¿tanta cara de zorra tengo?-
-a ver, ese vocabulario-
-entonces, no digai leseras-
-ya come nomás que va a empezar la película-
-al final…-
-lalalalallalalala!- empezaste a decir tapándose los oídos-

Me levanté de la mesa, lavé mi plato en la cocina mientras le gritaba el final de Ruby Sparks a mi madre, que por desgracia no lo escuchó. Subí a mi pieza. Miré el celular, un mensaje tuyo. Lo abro. Dice “Uy, agregaste a Demetrio”.

Continuará…