Estamos
sentados en una banca, comemos galletas Frac,
esas de envase rojo. Siempre las confundo cuando compro, nunca sé si son clásicas,
o de chocolate, sólo cuando las pido digo “me
da esas del envase rojo”.
-en qué prefieres vivir, un
departamento o una casa- te pregunté poniendo mis piernas sobre tus muslos.
-en una casa-
-chocale-
-me imagino que en los
departamentos se escuchan todas las intimidades de los vecinos-
-te imaginai, se deben
escuchar hasta los peos-
-hasta cuando caen las
caquitas en el agua-
-hasta cuando tienen un
orgasm….- me tapaste la boca.
-cállate mensa, viste que hay
unas señoras en la banca del lado- me dijiste susurrándome-
-que le day color, si era un
orgasmo nomás- te dije bajándole un poco el volumen a la voz-
-que te apuesto que me puse
rojo-
-sí, wajajaja-
-viste-
-menos mal que no dije lo que
pensé-
-¿qué era?-
-no te lo diré porque hay
señoras cerca-
-yapo dime, pero bajito-
-no, fuerte o nada-
-volumen normal-
-ya, que en los departamentos
se debe escuchar hasta las nalgadas que les dan los hombres a sus esposas
cuando se lo meten en cuatr…- me tapaste la boca rápidamente y no
aguantamos la risa, pero me logré zafar y seguí con mis frases, sólo para
incomodarte, me encanta hacer eso.
-o se debe escuchar cuando las
esposas le dicen a sus hombres “dame tu lech…”- volviste a taparme la boca. Ya
no dábamos más con las carcajadas, de esas que te empieza a doler la guata. Una
señora nos mira, no sé si es por que nos reímos fuerte o por las tonteras que
hablo.
-ya, córtala, estoy que lloro
de la risa- me rogaste.
-wajajjajaja idiota-
-eres muy mensa tú-
-y tú tan lindo-
-de dónde sacai tantas leseras
oye-
-te estaba impresionando con
mi vocabulario sucio, igual tengo más-
-cuando lleguemos a mi casa,
quiero que me las digas ¿ya?-
-¿y por qué no ahora?-
-me estás respondiendo con una
pregunta-
-jajajajaja imbécil-
-tu palabra favorita-
-sí, acostúmbrate-
-me cuesta-
-igual eres mi imbécil
favorito-
Te
reíste, a veces sacas una sonrisa tan risueña. Yo creo que tienes un lado
coqueto que no asimilas. Las niñas te miran harto en la calle y tú siempre
dices que nadie lo hace. Nunca cachai las indirectas de las mujeres, las mías
con suerte.
-me dio calor tanta risa-
-oye ¿te irías a vivir
conmigo?-
-¿a tu casa?-
-nopo, a nuestra casa, o sea tener
una casa los dos- me miras, observas tu alrededor, eso es síntoma de
duda en ti. Quizás mi pregunta es muy directa, es muy apresurada. Me empiezo a
arrepentir.
-¿así como adultos?-
-te lo digo como juego nomás
porsiaca, no te pasí rollos- te aclaro, sacándome los pillos.
-no me paso rollos-
Sigues
pensando, yo sé que le tienes temor a la adultez, a madurar, y vivir solos
sería asumir que ya no somos cabros chicos. Igual admito que me encantaría
vivir contigo y verte todas las mañanas.
-te imaginai nos fuéramos a
vivir juntos y no fuera lo que pensamos y termináramos por culpa de eso- dices sin
mirarme.
-pero no tiene por qué ser
así-
-eso he escuchado que le pasa
a muchas parejas-
-sí, pero no somos como las
otras parejas-
-sí sé, aunque…-
-por lo menos, siempre te
llenas la boca con eso de que somos únicos-
-¿estai enojada?- lo dices por mi apresurada
forma de hablar, creo que me piqué.
-no, cómo voy a estar enojada-
-mensa, sólo estoy suponiendo-
-ya, hablemos otra cosa mejor-
-pero…-
-y no me digai mensa, no me
gusta-
-bueno-
Guardamos
silencio, el más incómodo que he visto pasar en semanas, quizás meses. Un niño
se come un helado de chocolate en barquillo, ojalá se le cayera ahora mismo.
Sería hermoso. Me carga la palabra “ojala”.
Prefiero la palabra “espero”. Espero
que ese helado se le venga abajo y se ponga a llorar.
Te
miro, me miras. Me quieres dar un beso, me muevo sutilmente. Me besas la oreja.
Escucho un niño llorar, ambos miramos. Se le cayó el helado al niño que miraba.
Justo lo que estaba deseando. Me da risa y miedo. Quizás tengo el poder de
desear cosas y que se cumplan.
-espero que vivamos por siempre juntos-
eso pienso en mi cabeza.