miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 50: Vocabulario Sucio


Estamos sentados en una banca, comemos galletas Frac, esas de envase rojo. Siempre las confundo cuando compro, nunca sé si son clásicas, o de chocolate, sólo cuando las pido digo “me da esas del envase rojo”.

-en qué prefieres vivir, un departamento o una casa- te pregunté poniendo mis piernas sobre tus muslos.
-en una casa-
-chocale-
-me imagino que en los departamentos se escuchan todas las intimidades de los vecinos-
-te imaginai, se deben escuchar hasta los peos-
-hasta cuando caen las caquitas en el agua-
-hasta cuando tienen un orgasm….- me tapaste la boca.
-cállate mensa, viste que hay unas señoras en la banca del lado- me dijiste susurrándome-
-que le day color, si era un orgasmo nomás- te dije bajándole un poco el volumen a la voz-
-que te apuesto que me puse rojo-
-sí, wajajaja-
-viste-
-menos mal que no dije lo que pensé-
-¿qué era?-
-no te lo diré porque hay señoras cerca-
-yapo dime, pero bajito-
-no, fuerte o nada-
-volumen normal-
-ya, que en los departamentos se debe escuchar hasta las nalgadas que les dan los hombres a sus esposas cuando se lo meten en cuatr…- me tapaste la boca rápidamente y no aguantamos la risa, pero me logré zafar y seguí con mis frases, sólo para incomodarte, me encanta hacer eso.

-o se debe escuchar cuando las esposas le dicen a sus hombres “dame tu lech…”- volviste a taparme la boca. Ya no dábamos más con las carcajadas, de esas que te empieza a doler la guata. Una señora nos mira, no sé si es por que nos reímos fuerte o por las tonteras que hablo.

-ya, córtala, estoy que lloro de la risa- me rogaste.
-wajajjajaja idiota-
-eres muy mensa tú-
-y tú tan lindo-
-de dónde sacai tantas leseras oye-
-te estaba impresionando con mi vocabulario sucio, igual tengo más-
-cuando lleguemos a mi casa, quiero que me las digas ¿ya?-
-¿y por qué no ahora?-
-me estás respondiendo con una pregunta-
-jajajajaja imbécil-
-tu palabra favorita-
-sí, acostúmbrate-
-me cuesta-
-igual eres mi imbécil favorito-

Te reíste, a veces sacas una sonrisa tan risueña. Yo creo que tienes un lado coqueto que no asimilas. Las niñas te miran harto en la calle y tú siempre dices que nadie lo hace. Nunca cachai las indirectas de las mujeres, las mías con suerte.

-me dio calor tanta risa-
-oye ¿te irías a vivir conmigo?-
-¿a tu casa?-
-nopo, a nuestra casa, o sea tener una casa los dos- me miras, observas tu alrededor, eso es síntoma de duda en ti. Quizás mi pregunta es muy directa, es muy apresurada. Me empiezo a arrepentir.
-¿así como adultos?-
-te lo digo como juego nomás porsiaca, no te pasí rollos- te aclaro, sacándome los pillos.
-no me paso rollos-

Sigues pensando, yo sé que le tienes temor a la adultez, a madurar, y vivir solos sería asumir que ya no somos cabros chicos. Igual admito que me encantaría vivir contigo y verte todas las mañanas.

-te imaginai nos fuéramos a vivir juntos y no fuera lo que pensamos y termináramos por culpa de eso- dices sin mirarme.
-pero no tiene por qué ser así-
-eso he escuchado que le pasa a muchas parejas-
-sí, pero no somos como las otras parejas-
-sí sé, aunque…-
-por lo menos, siempre te llenas la boca con eso de que somos únicos-
-¿estai enojada?- lo dices por mi apresurada forma de hablar, creo que me piqué.
-no, cómo voy a estar enojada-
-mensa, sólo estoy suponiendo-
-ya, hablemos otra cosa mejor-
-pero…-
-y no me digai mensa, no me gusta-
-bueno-

Guardamos silencio, el más incómodo que he visto pasar en semanas, quizás meses. Un niño se come un helado de chocolate en barquillo, ojalá se le cayera ahora mismo. Sería hermoso. Me carga la palabra “ojala”. Prefiero la palabra “espero”. Espero que ese helado se le venga abajo y se ponga a llorar.

Te miro, me miras. Me quieres dar un beso, me muevo sutilmente. Me besas la oreja. Escucho un niño llorar, ambos miramos. Se le cayó el helado al niño que miraba. Justo lo que estaba deseando. Me da risa y miedo. Quizás tengo el poder de desear cosas y que se cumplan.

-espero que vivamos por siempre juntos- eso pienso en mi cabeza.