Siento
el sonido de tu alarma, me despierto. Busco tu celular, te despiertas también.
Ambos buscamos tu teléfono con ojos entrecerrados. El sol entra por la ventana.
-dónde estás, maldito hijo del
demonio-
dices con tu tierna voz de recién despertada.
-te dije que lo dejaras encima
del velador-
Encuentras
el celular bajo la almohada. Detienes la alarma.
-porfa, ponle apagar, porque
si no va a sonar de nuevo-
-ay, si me tengo que levantar
en 5 minutos- me dices acurrucándote en mi hombro-
-pero por último 10 minutos-
-cállate y aprovéchame-
-en qué sentido, si se puede
saber-
-en el que quieras-
-¿ah sí?-
-sí- te das vuelta
hacia la pared.
Te
abrazo la cintura y te beso en la nuca suavemente. Haces un movimiento de
cabeza que yo siempre he interpretado como un “me gusta eso que haces”. Creo no equivocarme. Luego, acaricio tu
pelo. Tengo una extraña obsesión con él. Siempre que lo hago te empiezas a
quejar de que está feo. O también si te toco la panza, me dices que estás
gorda y así, para todo tienes un
comentario.
-está horrible mi pelo- dices y me das
la razón.
-déjate de decir eso-
-me relaja cuando me tocas el
pelo, me acuerdo cuando era chica, mi mamá me hacía cariños en la cabeza y yo
me quedaba dormida-
-y ahora yo te hago cariños-
-jajaja, claro, oye tengo una
pregunta-
-decime che-
-¿cómo eras tú cuando chico?-
-¿y eso por qué?-
-¿algún día me vas a contestar
sin otra pregunta?-
-¿lo hago mucho?-
-de nuevo-
-jajajaj, pucha, lo hago sin
querer-
-responde y abrázame fuerte-
Te
abrazo bien fuerte con mis brazos y me pongo a pensar cómo era yo en mi
infancia. Siempre que me preguntan algo directamente me entra la desesperación
por tener una respuesta rápida y clara, pero me pasa todo lo contrario y me
cuesta ordenar los pensamientos, me enredo y no sé qué responder. Eso me sucede
ahora.
-mmmm, cómo era cuando chico-
Sonó
nuevamente tu alarma. Te levantaste. Yo me quedé donde mismo.
-ya, me tengo que ir, te salvó
la campana-
-nopo, no te vayas-
-entonces, cuéntame pos- dices subiéndote
sobre mí.
-no me acuerdo mucho, sólo
recuerdo que me escondía debajo de las mesas-
-¿siempre?-
-sí, cuando íbamos a casas de
familiares me escondía toda la tarde debajo de la mesa, y mi mamá me daba panes
con mermelada de mora-
-que ricooo-
-sí, o galletas de soda, pero
no me gustaban mucho porque se me rompían y siempre se caía la mitad-
-jajajaja, que tierno-
-que tonto en verdad-
-entonces de chico que no te
gustan las reuniones sociales-
-ahora que lo pienso, sí-
-tendrías que hacerte una
regresión para ver qué te pasó, quizás no te acuerdas de algo, o quizás en otra
vida fuiste un ermitaño-
-es cierto, igual me gustaría
ser un ermitaño-
-pero los ermitaños viven solos-
-es que sería el primer
ermitaño casado-
-y sin hijos-
-exacto, sin hijos-
-tener hijos sólo en las
conversaciones-
-¡que canción más buena!-
-quiero escribir canciones-
-yo no, porque cada vez que lo
he intentado terminan siendo súper emo-
-es que tú eres emo-
-sí, un poco sí-
-oye-
-qué-
-si yo hubiera sido tu polola
cuando eras chico, te hubiera acompañado a comer pan con mermelada debajo de
las mesas-
-eso me hubiera hecho muy
feliz-
-te hubiera dado un besito en
la mejilla eso sí-
-sipo, a los 5 años es un poco
precoz darse besos con lengua como los que me das ahora-
-jajajajaj-
-sin ponerse roja-
-no me pongo roja, hace calor-
-eres más linda que un oso
panda en extinción-
-y tú más lindo que un
ornitorrinco-