jueves, 9 de mayo de 2013

Capítulo 55: Cara de Zorra



Despierto sin saber a que hora me dormí de nuevo. Tengo hambre. Miro el celular, nada con tu nombre. Me levanto, camino fuera de mi pieza. Me pica la panza. Bostezo. Veo a mi mamá sentada en el sillón viendo una película. Me siento a su lado.

-despertaste- me dice.
-no, si soy sonámbula, ¿no sabías?-
-¿vas a comer?-
-¿qué hay?-
-tallarines con salsa, para que te calientes-
-¿y tú no me vas a atender?-
-no sabía que te tenía que atender-
-yapo, mamita, estoy cansada-
-pero si dormiste toda la tarde, flojonaza-
-pero igual, me duele todo-
-ya, sírvete nomás que estoy viendo la película-
-al final ella vuelve a la casa de él y se quedan juntos de nuevo-

Mi mamá se levanta enojada del sillón. Empieza a servirme la comida. Creo que soy muy manipuladora a veces.

-voy a ver esa que está ahí encima pero no me la cuentes- me dice desde la cocina.
-¿cuál? Ah, Ruby Sparks, ya la vi-
-ya, quédate calladita nomás-
-si no te la voy a contar oh, pero vela, es buena-
-las hay visto todas, siempre lo mismo, me siento a ver una película, llegas tú y me cuentas el final-
-pucha, lo siento-

Me dejas el plato de comida en la mesa. Me siento a comer. Se ve tan rico y tengo un hambre feroz. Me traes el queso rallado.

-gracias mamita, eres la mejor-
-ya cómete todo-

Me devoro los tallarines como si no almorzara hace días.

-oye, ¿sabí quien me agregó a Facebook?- le dije con comida en la boca.
-quién-
-Demetrio-
-ah, te encontró al final, que bueno-
-cómo “te encontró al final”, qué es eso-
-es que me lo topé el otro día y me preguntó si tenías Facebook y yo le di el tuyo, pero le dije que no estaba seguro si estaba bien, porque como tú te cambias de nombre a cada rato-
-ah, ¡tú se lo diste!-
-¿qué tiene?-
-nada, me pareció gracioso-
-¿por qué? ¿Pasó algo con él?-
-ay mamá, ¿tanta cara de zorra tengo?-
-a ver, ese vocabulario-
-entonces, no digai leseras-
-ya come nomás que va a empezar la película-
-al final…-
-lalalalallalalala!- empezaste a decir tapándose los oídos-

Me levanté de la mesa, lavé mi plato en la cocina mientras le gritaba el final de Ruby Sparks a mi madre, que por desgracia no lo escuchó. Subí a mi pieza. Miré el celular, un mensaje tuyo. Lo abro. Dice “Uy, agregaste a Demetrio”.

Continuará…

domingo, 5 de mayo de 2013

Capítulo 54: Solicitud de Amistad


Despierto con el sol en mi cara. Cierro los ojos y veo manchas rojas que no se van al volver a abrirlos. Me duele la cabeza. No me acuerdo a qué hora me quedé dormida, pero estoy vestida aún, lo que indica que me tiré así nomás a la cama y morí. Veo el celular, ni mensajes ni llamados con tu nombre. Ningún indicio de arrepentimiento, aunque no sé si alguno tiene que hacerlo. ¿Lo de ayer es culpa de alguien? ¿Quién debe acercarse al otro ahora? Nunca tengo claras esas cosas, debe ser por mi orgullo. Igual creo que no era para tanto, creo que igual le pusiste color. Como siempre. Eres el más picado de la historia. A mí me gusta imaginar cosas, y obvio que lo haré con lo “nuestro”. Ya me conoces, no deberías taimarte. Ahora, si no me toleras así, estamos en problemas.

Me meto al Internet. Ya es costumbre entrar altiro a Facebook, creo que es hasta un poco enfermizo, más si lo dejaste como pagina inicial. Todos los días lo mismo, ver fotos, comentarios, me gustan, no me gustan, las biografías, las portadas, los pelambres, las maracas, etc, etc. La vida misma, pero de mentira. Todos aparentando cosas, amigos que no son tus amigos. Debería cerrar mi cuenta. Lo he hecho 6 veces ya. Creo que el bichito ya está en mí. No me lo podré sacar nunca en la vida. Pronto tendremos una aplicación Facebook en nuestras cabezas.

Veo tu perfil. Ninguna actualización. Tengo una solicitud de amistad. Mish. Seguro debe ser un tipo de Afganistán, o de Egipto, típico que te agrega gente con nombres raros que no sabes si existe o no. Es el Demetrio. El niño que estuvo viviendo en mi casa para el terremoto. Lo aceptaré. Mmm. Si lo hago de seguro voy a tener otra discusión contigo. Mmm. No tengo por qué no agregarlo. Nunca pasó nada con él. Ay, qué imbécil todo. Tanta importancia que le damos a esta lesera del Facebook. Que si me eliminan me enojo, que si no me aceptan me pico, que si me agregan me hago la importante, si me bloquean, ídem. Insisto, debería cerrar mi cuenta.

Hago click en aceptar. Inmediatamente veo su perfil y sus fotos. Hago ese clásico ejercicio de sacarle el rollo a la gente por ver unas cuantas actualizaciones y unas tantas fotos. Igual es súper fome el Facebook de Demetrio. Canciones típicas de grupos típicos, fotos con botellas de cerveza en la mano, le gustan Los Simpsons, le gusta Pamela Anderson, ¿no será muy de los ’90 ella? ¡Ah no! Es que no podís. Donde dice Citas favoritas, Demetrio puso: “en un lugar con música donde podamos conversar”. No hay cosa que me de más risa que la gente que pone eso en vez de una frase famosa.

Cierro el Facebook. Cierro los ojos. Muevo mi cuello suavemente, tengo un dolor jevi. Me duele un poco. Quisiera un masaje tuyo. Hace mucho calor. Me comería un helado. Si compráramos sería uno de agua para mí, uno de leche para ti. Que tonto es discutir.