domingo, 8 de julio de 2012

Capítulo 42: Llevo la caja de Chocapic

Despierto de golpe. Suena tu ringtone en mi celular. Cuando tú me llamas se escucha la canción "Jump in the Line" de Beetlejuice. Intento encontrar el teléfono sin mirar, paso a botar un vaso que lleva días en el velador. La verdad no sé si todavía tenía algo de bebida, espero que no. Tomo el celular que sigue sonando.

-alo-
-¿y tú?-
-yo que-
-que no me llamas-
-ah, yo te tengo que llamar-
-¿a ver, niñito, estai enojado?-
-no, si estoy súper feliz-
-y por qué estai enojado, si se puede saber-
-si sabes, para qué te haces la mensa-
-no, no sé-
-ya, bueno da lo mismo-
-ya, que lata, te llamo y te ponís así-
-¿así como?-
-qué onda, te tengo que explicar todo-
-qué te pasa, te juro que no te entiendo-
-ya, ¿sabis qué? mejor hablemos después-

 -pero pucha…-
-chao, cuidate-


Cortaste la llamada. No entendí nada, pero tengo el presentimiento de que me estás dando vuelta todo. Típico de ti. Como los equipos dan vuelta los partidos de fútbol. Así mismo. Te debería llamar de vuelta. Marco tu número. Corto altiro. Miro la pared de mi pieza que está llena de recortes. Pienso en mandarte un mensaje. Pienso que mejor no. Pienso que esto debería ser en persona. Siempre recurro a los mensajes y ahora que lo recuerdo, nunca traen el resultado que espero. Suele malentenderse todo.

Me llamas de nuevo. Contesto rápidamente.

-qué pasa-
-¿oye te puedo ir a ver?-
-ya-
-pero espérame ahí nomás-
-bueno-
-llevo la caja de Chocapic porsiaca-
-jaja bueno-
-chao amermelao-
-chao nomás-


Terminada la llamada recién puedo respirar hondo. Me acordé que tengo un yogurt de plátano en el refri. Lo voy a buscar. Bajo la escalera rápidamente. Llego al refri. Saco la mercancía. Subo a mi pieza corriendo. Recojo la ropa sucia, los papeles, los envases de chocolates, los recortes, los lápices, los discos, las piezas del rompecabezas, los palos de helado, los juguetes.

La cama no la ordeno porque siempre que llegas te metes a ella y la desarmas. Típico de ti. Llegas, te sacas el montón de ropas y accesorios de invierno (chaquetas, chalecos, camisetas, gorros, guantes, bufandas, etc), te quitas las zapatillas, te metes a la cama, esperas a que yo ponga un disco, te enrollas, me miras y dices "está helada tu cama". Después dices "yapo guatero, abrázame". Te voy a abrazar y me das la espalda. Te hago cariño en el pelo (eso me relaja) y bostezas. Cierras los ojos y haces un movimiento como de gato. Tu pelo se me enreda en los dedos, pero lo acaricio con cuidado, igual soy torpe y a veces lo tiro. No dices nada. Siempre termino con mi nariz husmeándote la nuca. Ahí no tengo claro lo que viene, siempre ocurren cosas distintas.

Me imagino tu recorrido a mi casa. Esa calle que cruzas a la vereda contraria para evitar los perros que ladran fuerte. O la cuadra que eliges transitar para no encontrarte con esa señora gitana que siempre te dice cosas. Después, llegas a mi casa, abres la reja, entras, cierras con cuidado. Caminas por el antejardin, golpeas la puerta. Mi mamá te abre y la saludas de beso y abrazo. Mientras subes la escala pides permiso. Golpeas mi puerta. De hecho, ahora lo haces. Te abro la puerta. Me miras. Te miro, luego miro el suelo. Hay un envase de un frugelé verde claro. Silencio de 3 segundos. Entras a mi pieza y cierras la puerta. Me miras y dices:

-hola-
-hola-

Te quitas la chaqueta, la bufanda, los guantes, el gorro, te sientas en el borde de la cama. No te quitas las zapatillas.

(CONTINUA EN EL PROXIMO CAPITULO)




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