Estamos
tirados en el pasto de la plaza cercana a mi casa. Miramos las pocas estrellas
que deja ver la noche en la capital. Se entrelazan los dedos de nuestras manos
sobre el pasto.
-tengo hambre- destruyes el
silencio que había durado unos largos minutos.
-¿hambre de besos?-
-no, de completos-
-que rico, yo igual quiero-
-copión-
-na’ de copión, si sabes que
son mis favoritos-
-te has dado cuenta que
siempre que pedimos algo pa’ tomar o comer pides lo mismo que yo-
-mmmm, no, na’ que ver-
-el otro día en la tocata, yo
pedí una cerveza y tú también, después en el kiosko yo quería un maní y tú
también, ahora yo quiero un completo y tú también-
-ay, pero si cerveza es lo único
que tomo, cuando pediste el maní me antojé también, y los completos son mis
favoritos, tu teoría es inválida-
-no, pero siempre esperas a
que yo pida, y si por ejemplo yo no como nada, tú tampoco-
-mmmm, no sé ah-
-así es la cosa-
-bueno, si es así, es inconsciente
en todo caso-
-ya parémonos mejor, tengo
cualquier hambre-
Te
paraste, te sacudiste el pasto de tu polera. Me miraste, me levanté
rápidamente. Una niña pasa en un skate. Pienso que no sé patinar y que esa niña
mucho menor que yo tiene más destreza de la que yo podría llegar a tener.
-te desafío- me dijiste
mientras caminábamos al carro de completo más cercano.
-¿a andar en skate?, ni cagando-
-estay loco, la última vez me
saqué la crestita por dármelas de Chico Jano-
-wajajajaj, ese programa, Ciudad
Cuática era chistoso igual-
-¡me cargaban esas zapatillas
que regalaban!-
-eran feitas-
-todas las cosas de
deportistas son feitas-
-yapo, te desafío-
-a qué po-
-a comer uno de esos completos
de 40 centímetros-
-uuuh, ¿estai segura?-
-más que segura-
-pero si cuando comemos pizza
siempre me termino comiendo tus pedazos, cómo pretendes ganar-
-ya pero es distinto, no
estamos hablando de pizzas-
-mensa, es comida, te vay a
llenar antes de tiempo igual-
-no-
-si comiéramos uvas y nos
repartiéramos un racimo, terminarías diciendo “ay, no puedo más, comételas tú”-dije con voz
burlona-
-dos cosas: primero, no me
hagas burla; segundo, yo no hablo así-
-“no me hagas burla, yo no
hablo así”- repetí con la misma voz de desquiciado-
-ok, contigo no se puede hablar-
-¡ya te picaste!-
-yo no me pico-
-si, claro-
-ya mira, menos palabrita y
más acción, te apuesto a que yo me como ese completo primero que tú, el que
pierda tiene que cantarle al otro una canción de Arjona en el metro, cuando
esté lleno de gente.
-oye bonita, vas a perder, ¿estai
segura?-
-cállate y estira tu dedo
chico, es un trato ¿sí o no?-
Lentamente,
estiré mi dedo para cruzarlo con el tuyo. Ese gesto simbólico es un pacto de
sangre, el que lo quiebra será enviado al mismísimo infierno a pagar las penas
más horribles que uno pudiera imaginar. Cruzamos los dedos, me miraste a los
ojos fijamente. Me impresionó tu confianza. Tenías una leve sonrisa en tu boca,
creo que hasta me aterroricé un poco. De pronto, me bajó la desconfianza y me
empecé a imaginar qué canción elegiría para cantarte, ya me veía perdiendo
frente a ti. Creo que tu trabajo mental sobre mí estaba haciendo efecto.
-deja de hacer eso-
-qué cosa-
-de trabajarme la mente con tu
seguridad fingida-
-no estoy fingiendo nada-
-pero sí eres mala para
comer…-
-hola, queremos dos de esos
completos de 40 centímetros- me interrumpiste para darle nuestro pedido a
la señora que atiende.
-¿para servir o para llevar?- preguntó
amablemente la señora que tiene cara de Teresa, no sé por qué.
-la señora tiene pinta de llamarse
Teresa-
me susurraste al oído.
-lo mismo estaba pensando- te susurré de
vuelta.
-¡qué magico el amor!-
-wajajajaj, cállate idiota-
-¡somos el uno para el otro!
Te amo, mi cielo azul- dijiste con un volumen de voz alto para que ojalá
todos alrededor escucharan.
-ya, córtala-
-te pusiste rojo-
-siempre me pongo rojo-
-rojo te vas a poner cuando me
termine el completo antes que tú-
-sí, claro-
-mira, ahí vienen los
nuestros-
La
señora con cara de Teresa nos hace entrega de unos completos ridículamente gigantes,
de verlos ya me dan ganas de vomitar y explotar.
-me da 2 fanta por favor- le dices a la
señora. Me miras.
-sin enguatarse con bebida-
-tú concéntrate en qué canción
me vas a cantar-
-uy, la ganadora-
-cuando lleguen las bebidas,
hacemos un salud y empieza la batalla-
Ambos
miramos como la señora con cara de Teresa sacaba dos botellas de Fanta del
refrigerador, las destapaba y se dirigía hacia nosotros, todo en cámara lenta.
Las botellas estaban húmedas y caían un par de gotas de agua por afuera del
envase de vidrio. La señora depositó en el mesón ambas botellas al mismo
tiempo. El sonido retumbó en mis oídos. Tomaste tu bebida, yo tomé la mía. Nos
preparamos para chocarlas. Sabíamos que ese momento era el pitido inicial para nuestro
desafío. Tu Fanta venía en dirección a la mía. De pronto, se estrellaron
emitiendo un estallido que parecía un disparo de carreras de caballos. Te miré
y tu otra mano ya se aproximaba a tu completo. Todo esto en cámara lenta. Me
apresuré a tomar el mío. Con la primera mordida, te atoraste y tosiste dejando
escapar un pedazo de pan de tu boca. Nos largamos a reír. Pasa menos de un
segundo y ya retomamos nuestra actitud competitiva. No hay tregua en este
duelo. Nos podemos querer mucho pero esto es guerra declarada. Uno de los dos
perecerá, irremediablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario