(…Continúa del capítulo anterior)
Te llamo. Te demoras en contestar.
-hola
po- dices con tono irónico.
-que
ridículo tu mensaje-
-qué
tiene-
-ridículo
y pendejo de tu parte-
-ay,
si era una broma-
-fome
tu broma, aparte no lo agregué yo, él fue-
-pero
lo aceptaste-
-¿está
mal?-
-no,
sólo que…-
-sólo
que qué, a ver-
-es
como raro después de lo que pasó-
-qué
pasó-
-ya,
filo-
-tu
jurai que pasó algo todavía-
-no
es eso-
-aparte,
no tiene nada de malo que lo tenga en Facebook, y si te molesta, weá tuya-
-okey-
-eso,
chao-
-chao-
Corté la llamada. Solté un rosario de
garabatos. Encuentro tan estúpido todo. Lo peor es que tú debes estar pensando
lo mismo y ninguno de los dos va a hacer algo para solucionarlo.
Doy unas vueltas por mi pieza, parezco
lobo enjaulado. Pienso que en realidad sería loba enjaulada y me acuerdo del
video de la Shakira. Una vez canté
esa jugando al karaoke, con aullido y todo. Decido cambiar estrategia. Te llamo
de nuevo. Contestas altiro.
-qué
pasó-
-oye,
juntémonos para conversar, antes que la pelea pase a mayores-
-yo
no estoy peleando, tú eres la que…-
-no
busquemos responsables ahora, juntémonos en los columpios, voy saliendo, chao-
-ya,
chao-
Corto la llamada. Me pongo zapatillas.
Salgo rápidamente de mi casa. Tan rápido que se me olvidan las llaves. Vuelvo,
saco las llaves de encima del mueble. Salgo. Hace mucho calor. Un hombre que
camina por la vereda de enfrente lleva puesto un chaleco café. No entiendo esas
personas que visten na’ que ver al clima. Cuando hace frío, veo niñas con
falda, cuando hace calor, veo gente con abrigos. Pienso en los góticos que se
mueren de calor en verano. Pienso que ya están extintos los góticos, hace
tiempo no veo uno. O será que ahora cuando hay sol se quitan el traje negro.
Pienso que las tribus urbanas son chistosas igual. Si fuera de una, sería
otaku, lejos. Creo que la pasan bien. Me disfrazaría de Sailor Moon, y esta vez sería Serena, porque cuando chica siempre
con mis primas me tocaba ser la de Marte, que era la más bruta de todas.
Llego a la plaza, hay poca gente. Una
pareja de pololos se besa en una banca. Paso por delante de ellos. Voy camino a
los columpios. Veo que ya llegaste. Estás en tu columpio, el de la derecha
mirando hacia la botillería del papá de la Francisca. Me ves
venir. No sonríes, no haces nada. Miras tus manos. Yo no sonrío. Te miro nomás.
Cada paso hacia ti se me hace eterno.
Como si el suelo se volviera arena movediza y me costara avanzar. Aprovecho de
pensar las cosas que te quiero decir. Intento aclarar ideas, coordinar
palabras, pero se me asoma un dolor de estómago al conectar mi mirada con la
tuya. Siempre que pasan cosas así yo me imagino lo peor. En este momento,
imagino que me dices “quiero terminar contigo”.
Miras tus manos de nuevo. Me siento en el columpio, a tu lado. Un viento corre
mi chasquilla y tu mirada se va a mis zapatillas que se balancean.
Continúa…
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